LOS 10 BENEFICIOS DEL ENTRENAMIENTO DE FUERZA

por Christy Repetto, para la comunidad de Etenon Fitness

La fuerza es el principio de todo. No es solo cuestión de mover más peso en una máquina, ni de marcar abdominales en verano. Es la base sobre la que se construye la resistencia, la potencia, el equilibrio y, en última instancia, tu salud integral. La fuerza es la madre de todas las capacidades físicas. Y por eso, merece su lugar protagonista en tu rutina.

¿Por qué trabajar con máquinas de musculación?
Porque nos ofrecen una ventaja enorme: precisión y control. Podemos aislar grupos musculares, cuidar la postura con rigor, y trabajar con seguridad. Cada repetición, cada rango de movimiento, tiene sentido. Al levantar la carga, generamos una contracción concéntrica; al bajarla de forma controlada, activamos la fase excéntrica. Ambas fases son igual de importantes. Ambas están presentes en cada paso que das, en cada gesto cotidiano.

Un entrenamiento de fuerza bien estructurado comienza con una entrada en calor: bicicleta, cinta o movilidad articular para despertar el cuerpo. Luego llega el trabajo principal, que siempre debe adaptarse a tus objetivos específicos. Y finalmente, un buen cierre con algo de cardiovascular suave y una elongación consciente para devolver elasticidad y armonía al músculo. Porque un músculo que se estira bien, se contrae mejor. Palabra de entrenadora.

¿Y quién puede entrenar fuerza?
Cualquier persona. Sí, cualquiera. Desde adolescentes que buscan corregir su postura hasta adultos mayores que necesitan preservar su independencia. A partir de los 16 años ya se puede comenzar, y en edades más tempranas, bajo prescripción médica y acompañamiento profesional. De hecho, en la tercera edad, donde la pérdida de fuerza es una amenaza silenciosa, el entrenamiento con máquinas se convierte en medicina preventiva.

Ahora bien, para que todo esto funcione, hay que hacer las cosas bien. Nada de improvisar: se necesita una valoración previa, pruebas básicas de condición física, un diagnóstico funcional y, sobre todo, una programación que te acompañe y te sostenga en el proceso. Aquí es donde entra el rol del entrenador. No vale copiar rutinas de internet o de tu compañero de sala.

¿Y la alimentación?
Tu entrenamiento no termina cuando sueltas la mancuerna. Se completa en la mesa. Antes de entrenar: hidratos complejos como arroz, pasta o cereales integrales, acompañados de proteína. Si entrenas por la tarde, añade una colación ligera —una fruta como la banana, o un puñado de frutos secos. Después de entrenar: proteína de calidad, ya sea en forma de huevo, yogur, batido o queso. Ah, y la quinoa, una joya natural rica en magnesio, ideal para el sistema neuromuscular.

¿Quieres bajar grasa? Entonces, al terminar tu sesión de fuerza, regálate 20 minutos de trabajo cardiovascular. Es el momento óptimo: ahí tu cuerpo empezará a usar los lípidos como combustible.

CUANDO SÍ, CUANDO NO: UNA MIRADA REALISTA

SÍ A LA FUERZA CUANDO…

  • Quieres mejorar tu postura o tu condición física general.
  • Deseas prevenir lesiones y reforzar tu sistema articular.
  • Buscas un complemento serio para otro deporte.
  • Estás en rehabilitación y necesitas reeducar tus músculos.

NO, CUANDO…

  • Usas las máquinas sin supervisión o sin saber para qué sirven.
  • Excedes la carga o repites ejercicios sin control postural.
  • Te aburres fácilmente y no le das una oportunidad al método.
  • No complementas con trabajo aeróbico o movilidad.
  • Entrenas sin plan, sin objetivo, sin guía.

¿Mi consejo final?
La fuerza es mucho más que levantar pesas. Es la herramienta que te permite sostener tu vida, tu vitalidad y tu autonomía. Entrenar fuerza es regalarle a tu cuerpo la estructura que necesita para vivir más y mejor. Así que, la próxima vez que entres a una sala de musculación, hazlo con propósito.

Y si alguna vez te abruma la idea de tantas máquinas o de no saber por dónde empezar… no te preocupes. Todos los que hoy parecen expertos, también empezaron con dudas. Solo que tuvieron el valor de empezar.
Nos vemos en la sala 💪😉